A aquella hora le era más sencillo estudiar la estructura
urbana. El calor mantenía a los habitantes dentro de sus frescas casas con lo que no le
distraían de lo realmente importante. Era fácil dejarse llevar por su
imaginación, desentrañando las vidas observadas desde lejos, sin que lo
supiesen. Apareció en su catalejo una mujer que andaba cargando con paquetes por una de
aquellas calles, desapareciendo tras las casas, volviendo a mostrarse en su
paseo al llegar a la altura de una calle que se alineaba con su punto de vista,
para volver a ponerse a salvo de su inopinado observador. ¿De dónde venía? ¿A
dónde se dirigía? ¿Qué había en el interior de aquellos paquetes?
La mujer caminaba con la cabeza alzada dejando ver un cuello
esbelto, con una curiosa expresión de sufrimiento y altivez. Caminaba paralela a la línea que
formaban las casa más altas. Paró, se rebuscó en su bolsillo y sacó un trozo de
papel doblado cuatro veces que desplegó. Lo sujetó con las dos manos a la
altura de su pecho y lo leyó. Sin mover los brazos levantó la vista y comenzó a
mirar encima de las puertas; seguro que busca un número, pensó. Volvió a mirar
hacia delante, guardó el papel, recogió los paquetes y continuó andando. La
siguiente vez que volvió a verla fue a través de una de las pequeñas ventanas
de las casas cercanas. Llamó su atención al abrirse, enfocó con su catalejo y
pudo distinguirla en la penumbra del interior. Ahora llevaba el pelo recogido
en la nuca. Se había despojado del guardapolvo que llevaba en la calle, se
refrescaba. Había llegado a una casa en la que se iba a quedar. Aquí hay una
historia. Eso era lo que pasaba por su cabeza cuando su lugarteniente lo sacó
de sus pensamientos.
-Señor. Han llegado órdenes del estado mayor.
Cogió una carta sellada que le ofrecía con el brazo
extendido. Aquello de la guerra no era para él.
“Diez días más de sitio. Defensas de la ciudad bien
organizadas en la zona norte. Calles ortogonales y edificios altos. Barrios muy
populosos. Industrias en aparente abandono al norte del río, a mano de nuestro
ejército. La ciudad está en la orilla sur.”
Se alegró.
Doblemente.
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