viernes, 22 de junio de 2012

Victoria (inicio de un pequeño libro de anécdotas de fútbol)

Muchos años después, mientras recorría el campo de fútbol para tratar de rematar aquel saque de esquina, Juan Carlos no era consciente de que llevaba detrás a centenares de personas, espíritus del tiempo que se agolpaban en ese preciso instante junto a él para, al fin, ver cómo La Victoria visitaba su pueblo.
El balón voló desde el córner buscando al único atacante entre los seis contrarios que poblaban el área. Dos pasos, el último para tomar impulso y elevarse; marcar los tiempos en el aire y, con la oposición del guardameta, golpear el balón con la cabeza, con violencia, en el mismo instante en que el cuerpo ha terminado de subir y aún no ha comenzado a bajar. No lo sabía, pero lo aguantaban en el aire las almas salvajes de todos los que en algún momento habían roto zapatos o jugado descalzos en las calles de aquel diminuto pueblo. De los que habían sentido lo especial de jugar mientras la banda de la feria tocaba al borde del terreno de juego. De los que habían esperado con ansias de niños el balón que traía el primo desde Madrid o Barcelona. De los que se habían montado en sus coches como un grupo de amigos y recorrido inmundas carreteras para jugar partidos con equipos de otros pueblos. De todos aquellos salvajes llenos de sentimientos que esperaron a sus colores hasta aquél día.
La Victoria los abrazó y durmieron toda la noche con ella.

Así comienza un proyecto que llevo algún tiempo haciendo. Para recoger anécdotas y entrevistas de las glorias deportivas de un pequeño pueblo de 600 habitantes). Si algún día lo termino os lo hago saber.

martes, 19 de junio de 2012


Una pequeña flor

La guerra había pasado dejando su rastro. Con ella las nubes negras, el polvo, los gritos de vencedores y vencidos.

La sangre se fundía con el metal y el aire de olor a muerte.

Casas destruidas, familias que se protegen o luchan por unos ideales de un bando u otro. La venganza, el pillaje, lo peor de cada uno salió a la luz a cubrir todo de tinieblas.


No había sido la peor guerra del reino ni la mas cruenta, tristemente había sido una más por una afrenta olvidada del pasado, que nadie había perdonado aún.

Tras la batalla que daba desolación, pero si mirabas bien todavía quedaba en pie una flor en tierra,medio pisoteada, de pétalos caídos pensativa hacia el suelo.


 
Aunque un aun levantaba la mirada al soplar la brisa y lloraba por sus raíces al contemplar lo que le rodeaba, ya no había ríos, ni pastos , ni animales, ni siquiera sus amadas amigas. La margarita, la amapola , la ortiga, el roble...tantas bajas.




Intentó reponerse como pudo, pidió ayuda pero no para ella, (muda y silenciosa para los oídos humanos). Pidió, gritó, rogó y sufrió cada aleteo que hizo (pues así se comunicaban las plantas entonces cuando no podían unir sus raíces)

Nada. La nada de un mundo que ya no era el suyo.

Un tímido rayo de luz tras la ultima escaramuza, cuando ya no había soldados disparando, ni pisadas mortales o rugidos de fuego. Un tenue y cálido rayo de luz cayo sobre ella.


Le dolió, apenas tenia sustento del suelo enfermo de metal, sangre y pólvora, el aire viciado y la luz minúscula.

Hizo lo que había hecho siempre, se encogió, pensó en como era todo, en la primavera, encada río, lago, valle y flor. Animales y pueblos. 




 
Levantó sus pétalos con un esfuerzo titánico, extendió aun mas profundas sus raíces buscando pureza de aguas.

No fue enseguida, ni rápido,ni fácil.

Pero fue creciendo, se hizo mas ancha,mas verde y empezó a mejorar su color cetrino, se le cayeron unos pétalos y le salieron otros.


Se extendió por el prado por cada oquedad que puedo con sus raíces, y les dio agua, nutrientes y esperanzas. Les dio sus recuerdos, de días mejores , de primaveras,soles nacientes y ponientes, donde los enamorados escribían con navajas los arboles prometiendo amor eterno, y donde cada bichito hacia su nido en la oquedad de cada árbol o una oveja te mordisqueaba una mañana.



 
El terreno fue cambiando, pasó de otoño a primavera. La planta murió , les había dado todo lo que tenia a las semillas que había encontrado bajo tierra, aun tiernas y maduras, pero estas a sus vez les dieron agua, nutrientes y recuerdos de su amor a las otras. La cadena de la vida se hizo mas fuerte con cada raíz, el clímax se fue alcanzando, y pese a las hondonadas, y el dolor de tanta perdida, llegó a ver un bosque.

 
Era grande bello, frondoso y colorido, color verano, verdes claros y oscuros ondeaban en cada rama, frutas rojas y verdes. Moras y cerezas, tallos y yemas en las ramas.

Y cuenta la leyenda que fue en este bosque, donde con el paso de los años de paz, tú y yo nos conocimos, dimos largos paseos, se juntaron nuestras manos y bueno, trajimos también a nuestros niños y a sus nietos.


 
Y a cada uno de nosotros nos fascinó una pequeña parte del bosque donde había una pequeña flor incorrupta protegida por cactus, matojos y demás floresta.

Aquella que nos dio su amor a todos, que era la más colorida y visitada, la que nos dio paz con sus recuerdos y nos hizo olvidar los que fueron malos.

Una pequeña flor.


viernes, 15 de junio de 2012

AQUILA

                                                                           I
               Cuenta la leyenda que una orgullosa princesa águila, que siempre rechazaba con desdén a sus pretendientes, un día se enamoró. Pero decidió jugar también con el amor de su enamorado, y le puso una condición para aceptarlo: que le regalara una estrella.

                                                                           II
               Se levantó una tormenta de arena. La tierra se alzaba contra el cielo en un intento de escalada, apoyada por el viento traidor. Núnibe, el joven águila, que por un momento pensó "no me alcanzará", sintió el miedo recorrer su cuerpo, frágil ante el azote del temporal.

              Pensó en su padre. "Te lo dije", diría. No debía haberse adentrado en el desierto. No debía haberse separado de su grupo. Llevaba seis días perdido y cansado, soportando impasible los fuertes cambios de temperatura. Y aún no se había topado con un oasis. Se alimentaba de reptiles e insectos. Y creía estar dando vueltas sobre sí mismo. Sobre su propia vida.

              Indomable, Núnibe, luchó contra la tormenta. No había refugio posible. Por un momento imaginó que moriría enterrado, que nadie lo encontraría, que todo su esfuerzo no habría servido, que Másine no sabría que la amaba. Núnibe le había prometido una estrella, que lo hiciera digno de una princesa. Y voló y voló siguiendo las indicaciones de los sabios: "Siete lunas sobre el desierto te llevarán ante el escorpión azul, él te entregará un ramillete de estrellas, símbolo de tu amor".

              Llevado por mantos de arenas fue observando la llegada de la nueva luna. En ella, logró distinguir por vez primera una mancha azul con forma de escorpión radiante. Intentaba zafarse de las garras del viento que lo arrastraba, cuando escuchó un susurro penetrante que le decía: "Osado Núnibe, que has traspasado las fronteras del desierto y no has sucumbido, llevado por el amor a una princesa. Te entregaré a ella como ella quiso: un ramillete de estrellas".

                                                                           III
              Y cuenta la leyenda que desde aquel día surgió una esplendorosa e inalcanzable constelación en los cielos, llamada Aquila, al occidente del Pegaso y al sur del Cisne, símbolo del amor entre Núnibe y Másine, y como señal para aquel que ose jugar con un amor verdadero.

jueves, 14 de junio de 2012

RECETA PARA UN PERRO MUDO

             Aquel perro triste vagaba escuálido por las calles. Siempre temeroso. Se acercaba lentamente a las mesas de la terraza del bar, a medida que iban quedando vacías. El olor a choco frito, a carne a la plancha, la humareda, lo atraía. A mí ya no me tenía miedo. Cuando el dueño se metía en la cocina, yo le ponía algo en el suelo, las sobras. A veces, cuando estábamos cerrando, lo sentía antes de verlo. Su presencia silenciosa, humilde y complaciente, su espera, con su olor a perro triste, abandonado y noble. Ma cayó bien. Me acompañaba. A veces me seguía hasta casa y yo le decía que no podía entrar. Me acariciaba las piernas con el morro, con su pelo duro de perro callejero, y sentía la humedad de su lánguido beso, donde adivinaba una sonrisa de agradecimiento.

            Pero no ladraba, no se le oía. Yo le imaginaba un vozarrón ronco de perro viejo, de abuelo. Pero no ladraba. Quizás tuviera miedo. Demasiadas voces y ruidos, mentiras, heridas y duelos. Y yo le imaginaba una voz ronca, de abuelo. Un abuelo silenciado, abandonado, recluido y viejo. Un abuelo muerto. Aquel perro tenía miedo.

            Durante unas semanas pensé en él y lo llevé al veterinario. "El perro está sano, será muy perro". Decidí llevarlo a casa, lavarlo, pelarlo, quererlo, que fuera mi perro. Y me acompañó su silencio.

            Pasaron días. Me preguntaron por mi nuevo chucho; les dije que no era un chucho, que era mi perro. Me preguntaron cómo se llamaba. No lo sabía, no lo había pensado.

            En casa hablé con él. Lo llamé "Terco", por no hablar, por seguirme, conseguirme, acompañarme... Lo llamé "Terco". Y entre sus duros colmillos me acarició un suspiro, gemido, ladrido o simple sonido como de una voz ronca, vieja, de abuelo.

EL VUELO (30 abril 2012)

           Con el estruendo de aquel portazo doloroso, desperté de las pocas horas de descanso que tuve tras tan terrible pesadilla. Mientras lograba abrir levemente los ojos, luchando contra la pesadez de unos párpados, que quizás ni existían, iba recordando: un puñetazo en la mejilla, un insulto, un cate en la cabeza, un jalón del pelo, un empujón, cayendo al suelo, voces, ruido de objetos que se rompían, una patada en el estómago y una mirada de desprecio. Abrí por fin los ojos y una vez más desperté convertida en un monstruoso insecto. Estaba en mi cama. Intenté moverme. No podía. Observé lentamente mi cuerpo. Parecía un amasijo de carne embutida. No tenía pies, ni piernas; no tenía manos, ni brazos; no distinguía el vientre del pecho; no lo veía, pero estaba segura de que no tenía cuello, ni cabeza. Era un amasijo de carne embutida, un gusano rastrero, un enorme gusano rastrero. No valía. El color de mi nueva piel era gris, verde, violeta, a veces rojo, amarillento, negro. Olía a sudor y a sangre, a podredumbre, a insecto.
            Después de una hora seguía allí, mirando al techo. Cualquier intención o esfuerzo por moverme resultaba un fracaso. Mi cuerpo no me respondía. Quizás porque pensase en mover mi pierna derecha o mis brazos, que no existían.
            De pronto se escuchó un ruido. Lo identifiqué claramente. Era el sonido del ascensor, que paraba en mi planta y se abría (Tinn.-----Diiiiiiiiin------Diiiiiiin), y se cerraba. Mi cuerpo se estremeció y se arrugó. Conseguí moverme, pero no por voluntad propia, de manera razonada y libre, sino por instinto. Tenía miedo, temblaba. Como tiembla la mano del señor Thomson, que padece Parkinson, sin poderlo evitar. Temblaba y me encogía. Como si pudiera esconderme en mí misma. Al cabo, se escuchó la puerta de Enríquez, el vecino. Y me estiré. Nadie venía a verme.
            Viendo como funcionaba la blandura de mi nuevo cuerpo, fui arrastrándome hacia el filo de la cama y dejé caer uno de sus extremos. Cayó flácido y enseguida atrajo al resto y se encogió. Tras de mí dejé un camino de babas inmundas y pringosas. Quería llegar al baño de la habitación. Continué arrastrándome. Me dolía todo ese cuerpo. Cuando por fin llegué al baño, pude observarme en el espejo. Era un gusano, un insecto, no valía más que para que me pisaran, me exterminaran, me odiaran y gritaran al verme. Daba asco. Y aunque pudiera despertar terror, estaba aterrorizada. Caí al suelo, me doblé sobre mí misma de dolor, me retorcía, me encogía y estiraba con espasmos. Ya no veía. Una nube blanca me envolvió durante un tiempo y me desmayé. Soñé con un espacio abierto, lleno de colores y fragancias suaves, un olor dulce y un sabor cálido. No recuerdo cuánto tiempo estuve así. No recuerdo nada más de aquel día. Ahora vago por ese espacio abierto, lleno de colores y aromas dulces, y aunque tuve miedo, ya no lo tengo. Los muertos solo son mariposas.

BIBLIOGRAFÍA DE LA AUSENCIA

Por si queréis seguir tirando del hilo, aquí van algunas madejitas muy suculentas...

http://www.albaeditorial.es/php/sl.php?shop.searchProds&numusr=7455/593389&lang=1&m=Eur&tqry=4&ord=3&sen=0&cqry=8&pagout=0

Besos!!

miércoles, 13 de junio de 2012

EL CUENTO QUE NO ESCRIBÍ


Con el hipnotizador e insinuante balanceo del péndulo y como si de un mágico laberinto se tratara, un sin fin de enrevesadas escaleras de colores me trasladan las tardes de lunes al fascinante encuentro. Tras el ojo de la puerta, la dulce maestría del hada que nos guía, gira la llave secreta de la ardua senda de la creatividad. Con su varita mágica dibuja seductoras ideas de cientos de tonalidades. Como si de un milagro se tratara fluyen traviesos juegos de palabras que brotan en las blancas hojas del sentir de cada uno. Me llevo a casa la madeja enredada en una maraña de ilusiones desordenadas. Con paciencia y asombro indago en el prodigioso pozo de las experiencias. Trato de alentar el espíritu y la conciencia con los sentimientos adormecidos. Despacio brotan imágenes difusas, aparentemente sin sentido. Y cuando menos lo espero, ante mi asombro, se concede el deseo: poco a poco, sin pretensiones, noto como voy tejiendo los finos hilos de la mullida y revoltosa imaginación.

martes, 12 de junio de 2012

MUTATIO (MENS DORMIENS)


Me despierto en mitad de la noche y al querer levantarme de la cama noto que algo ha cambiado, porque no estoy sobre ella, sino en el suelo, y no es el suelo de mi dormitorio. Esto es muy raro…

El sitio en el que me encuentro es un recinto rectangular que estaría totalmente desierto y solitario si no fuera por una enorme silla colocada en el centro de la habitación; sentado encima de ella un niño, también gigantesco, permanece quieto y callado. Me dirijo hacia ellos y cuando alcanzo el asiento trepo por él hasta llegar a la pierna del niño; intento tocarla y llamar su atención, pero no puedo… ¡porque no tengo manos! Confundido, me doy cuenta de que hay una puerta abierta. Así que bajo de la silla y antes de marcharme me giro y compruebo que el niño tiene una nariz larguísima.

La puerta que atravieso me lleva a otro cuarto en el que no percibo nada ni a nadie, excepto una ventana que, ¡mala suerte!, está cerrada, pero tiene unos llamativos cristales de colores que parecen estar hechos de caramelo transparente. Subo con facilidad hasta ella, pues quiero saber si ese material es comestible, pero cuando me planto junto a la ventana e intento chupar el cristal no puedo hacerlo… ¡porque no tengo lengua!

Asustado por esta nueva revelación, pronto descubro que el cuarto también tiene una puerta de salida y de entrada a otra estancia de la cual emerge una oscura niebla; voy para allá e intento olfatear la neblina para confirmar si es humo o sólo aire, pero no puedo averiguarlo porque… ¡no tengo nariz! De todas formas, me decido, valiente, a colarme en la estancia cuando, de repente, un lobo inmenso sale disparado de ella con el rabo achicharrado por el fuego.

Aun así me adentro en el interior de la habitación y lo único que detecto en ella es una chimenea encendida y otra puerta que me conduce a una sala donde hallo a un hombre de pie, con sus manos sujetando un objeto que está pegado a sus labios. Me acerco un poco más para adivinar que se trata de un instrumento musical, aunque yo no puedo escuchar la música… ¡porque tampoco tengo orejas! 

Me escapo de allí aterrado y accedo a la quinta habitación que contiene un espejo descomunal, anclado desde el suelo hasta casi rozar el techo. Me coloco justo delante de él para ver, por fin, aquello en lo que me he convertido, pero cuando miro… ¡no me veo reflejado! ¡¿Dios mío, soy un vampiro?! Mientras pienso en ello, aparece un rostro humano en el espejo que me dice así:
- Te felicito por haber venido hasta aquí. Ahora tres preguntas te doy a elegir, pero te advierto que sólo los extranjeros que hablan en verso obtienen una respuesta de mí.

A pesar de la sorpresa, consigo calmarme y empiezo el interrogatorio:
- Oh, Espejito adorado, ¿sabes tú en qué monstruo me he transformado?
- En el “Bicho del Libro” te convirtió Merlín, o Insectum Libri, si te gusta más en latín.
- Y, ¿en qué lugar encantado he quedado atrapado?
- En una Antología de Literatura Infantil.
- Y, ¿qué hago para retornar a mi hogar abandonado?
- Debes repetir lo que dijo Dorothy tras sacudir sus chapines de rubí.

En ese momento tiro de mi memoria, reproduzco mentalmente el final de El Mago de Oz y, aunque no riman, las palabras de Dorothy acuden en mi ayuda:
- “Se está mejor en casa que en ningún lado, se está mejor en casa que en ningún lado, se está mejor en casa que en ningún lado…”

 Me despierto de nuevo y compruebo que, esta vez sí, tengo todo lo que hay que tener para tocar, saborear, oler, oír y mirar. Me levanto de la cama y cojo el libro que estaba leyendo instantes antes de caer rendido por el sueño. Al abrirlo y hojearlo veo desfilar por él a Pinocho, Hansel y Gretel, Los tres cerditos, El flautista de Hamelín… Pero al llegar al cuento de Blancanieves tengo que detenerme, porque ahí, consumido y aplastado por el peso de las páginas, descansa mi alter ego: el Bicho de los Libros o Insectum Librorum, si os gusta más en latín.

 

lunes, 11 de junio de 2012

Estimados todos:

He creado en facebook el grupo creativo de la uhu. GRUPO DE ESCRITURA CREATIVA DE LA UHU. Agregaros y podremos estar en contacto directo si así lo deseáis. 


Un saludo. Rafa. 


Sobre los clásicos.

Me considero un lector omnívoro. Pero sobre todo un lector de clásicos son modelos que a la vez construyen personas, con valores ya olvidados. Estos clásicos son ventanas a mundos ya perdidos. Móntate con Verne querido amigo, te espero en ochenta días.
Observa a Edipo y su destino. Elige el bando y lucha con Aquiles o con Héctor. Huye de Troya como Eneas. Aprende la prosa de Gáldos. Lucha en cruzadas eternas. No olvides que Lázaro espera un nuevo amo. Pero, por favor, nunca olvides esos libros que ves tan antiguos. Pues alguno te cambiara la vida.

Reivindico la literatura que de verdad lo es. Aquella que navega hacia el ideal. Aquella que nunca piensa en la industria, aquella que al fin y al cabo es verdadera y no mediatizada.

Abogo por volver a esa literatura de intención espontánea. Y darle la espalda a cualquier tipo de libro que se ajuste a lo que la industria le pide. Desde luego ese es el último camino para la inmortalidad literaria. No me imagino a Cervantes pensando en su editor. Ni a flaubert pensando cuanto vendería. Y mucho menos a Lorca calculando beneficios.

Hagámosle  un favor a la literatura e ignoremos todo aquello que huela a puro mercadeo.


Este texto lo escribí cuando entré en la carrera. Creamos una revista que sólo tuvo dos números, se llamaba miscelanea. Sé que a muchos le parecerá rara mi opinión, pero ahora que voy de paso por la carrera pienso igual que antes.


Un saludo. Rafa.
Estimados todos:

Lo prometido es deuda. Os recomendaría muchos libros, si bien yo siempre aconsejaría empezar a leer por el principio y si en el principio fue el verbo....resumiendo:

Hablando de literatura actual:

  1. Javier Marías: el hombre sentimental o negra espalda del tiempo para comenzar con su obra que no es poca. 
  2. Pérez Reverte, os recomiendo un libro que me enamoró y se llama el pintor de batallas, aunque territorio comanche no está nada mal, apenas ciento y pocas páginas.
  3. Muñoz Molina, tiene dos novelas espectaculares. La primera es Sefarad y la segunda es la noche de los tiempos, aunque hay tantas otras como, el jinete polaco o beatus ille que son para leerlas o releerlas. 
Hablando de literatura Europea:
  1. Madame Bovary creo que os encantará a todos y todas....y si leéis la orgía perpetua de Vargas Llosa os encantará aún mas. 

Pero sobre todo empezar por la gente que escribía sin contaminación alguna, es decir, los clásicos....voy a buscar una oda a los clásicos que escribí y os la dejo. 

Un abrazo, Rafa.

Las voces de los lunes

Cada lunes maldigo al arquitecto del edificio de la Universidad donde me encuentro con ellos. Me hace tardar más de la cuenta con esas poco inteligentes escaleras. Hace dos meses que abrí la puerta de este aula y recuerdo que la primera impresión fue buena. Cuando entré ya preparaba la primera clase Teresa. Me gustó de primeras, sin que hablase. Empezamos bien, pensé.

Escribir no ha sido lo más estimulante de pertenecer a este grupo. Escribir y leer ante personas a las que no había visto en mi vida, esperar el veredicto de Teresa con sus palabras, y de los demás en sus miradas y gestos. Eso es nada al lado de lo realmente interesante de esta experiencia.

Escuchar. Descubrir auténticas joyas ocultas. No todo lo que hemos hecho me ha gustado, pero por todos lados salían una frase bien pensada y colocada, dos palabras ordenadas de un modo inesperado, un párrafo inolvidable, una visión descrita con maestría. Destilando todo lo que se ha hecho, seleccionando, seguro que cada uno sacaría una buena muestra de lo que a su parecer es buena literatura.

Escuchar voces dulces que leen y hacen más bello lo escrito, como si se reescribiese. Me hubiese encantado que Estrella o Teresa o la chica del pelo rizado que tiene la voz mágicamente rota (no recuerdo su nombre) hubiesen leído en voz alta alguna de las cosas que yo escribí.

Qué le vamos a hacer. Esto se acaba y no me he atrevido a confesarlo hasta ahora, cuando ya no queda nada nuevo que leer.

La poesía se me ha atravesado. No he podido con ella. Otras cosas, consciente o inconscientemente, le han robado el tiempo. Quizás he sido cobarde a la hora de escribir en verso. Pero una ventaja tiene. Más corto mi escrito de hoy, más tiempo para escuchar a los demás.



Post data: Recuerdo la tristeza de la tarde sin relato de Estrella. Esa muchacha tiene un don.





domingo, 10 de junio de 2012



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Aquel domingo, en principio, podría  parecer como otro cualquiera. A primeras horas de la mañana, todos los habitantes de la zona descansaban. El centro comercial, tan yermo por la falta de visitas, se quejaba interiormente, se lamentaba…

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Ana miraba indecisa al exterior de su inerte habitación a través de su gran ventana. Se sentía dubitativa, exhausta. Una pregunta sin resolver brotaba dentro de sí. Necesitaba hacer algo, ¿pero qué? Llevaba varios meses ajena a toda sensación, a todo deleite, a toda desdicha…
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Cada vez que se decidía a romper con su encierro voluntario, se sentía insatisfecha, ya que su pequeña fuga no surtía el efecto deseado. Le poseía una absurda abstracción. Hacía tan solo unos días, en aquella gris cafetería con su característico olor a jazmín en el Sur del pueblecito donde Ana residía, asía con dejadez una taza de café humeante, a la vez que rememoraba los momentos en que aquellas pequeñas salidas solitarias eran todo un placer, aquellos días en los que tanto la soledad, como la compañía sonaban como violines y olían como néctar de flores.
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Recordaba a su amiga Trenci. Junto a ella había vivido toda clase de experiencias. Cuantas largas horas habían conversado en la cafetería favorita para ambas, Uh… ¿cómo se llamaba esa cafetería? Sue…
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También su mente divagaba en como conoció a David, aquél chico solitario, siempre absorto en sus lecturas. Aconteció en sus vacaciones de verano. Compartía un día soleado con amigos y vecinos huéspedes de un hotel donde ella se alojaba. Aún encontrándose ambos en esquinas opuestas, ese ser captó su atención…
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Siempre recordaría aquella habitación con vistas al mar donde su sed de pasión fue tan íntimamente consolidada con ese huésped aún  tan desconocido para ella en aquel entonces…
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Se convirtieron en amantes furtivos. Compartieron a partir de entonces, tan placenteros momentos, que aún se ahogaba al pensarlo… Pero aquella noche, aquella última noche, cuando ambos se relajaban en el restaurante Phillies, justo en frente del centro comercial, alguien les acechaba… Ellos no eran conscientes, claro, pero ese hombre de gabardina y sombrero gris tenía un trato con su amiga del alma “Trenci. ¡Era el fin de la vida de David!

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Lo último que recordó fue el descubrimiento de la realidad, toda la verdad… Aquel libro que hacía tiempo que no hojeaba. Se lo había  prestado Trenci. En él apareció una endiablada carta. Una carta en la que su amiga le encargaba al Sicario el asesinato de David… Pero ¿por qué había aparecido allí? ¡Dios! ¿Qué extraña razón le había conducido a ello?




jueves, 7 de junio de 2012


   

     Como las estrellas,
que en mil puntos diferentes se balancean,
allá donde mire encuentro sus luces,
allá donde vaya sus guiños me dejan.

    Como enredadera,
que abrazada al árbol extiende sus brazos
rozando muy suave siempre mis cabellos
vaya donde quiera.

    Allá donde vaya llevo tu perfume,
me sigue y me abraza vaya donde quiera,
haga lo que haga me siguen las luces
de tus ojos verdes y tu risa tierna.

    Y sienta la brisa del mar o la hiedra,
llegue a mí la lágrima o la risa fresca,
te llevo clavado muy dentro del alma,
ay amor, y no sé si soy cárcel o presa.


                                          Elena

Sangre azul

Aviso a mi marido de que me pondré a realizar la escritura de cada semana, mientras camino recogiendo todo aquello que necesito. Me hace saber que se da por enterado con su indiferente "¡Vale!" que oculta el apoyo que me da en cada empresa que inicio. Él sabe que tengo tiempo para cada cosa y que, cada cosa, requiere su tiempo.

Esta semana, acompañada de dolor de garganta, oidos y cabeza, síntomas de una faringitis, trabajar es lo último que me apetece.

Voy al salón, compruebo que la mitad de la mesa principal está libre y me siento presidiéndola, aislada en mi burbuja. Tomo el material que especialmente elegí para el taller: un bolígrafo con la parte superior similar al tapón de La casera y un cuaderno azul con lunares blancos y margaritas donde haré el borrador del ejercicio, tirando de las notas que, mentalmente, he tomado los días pasados y que, difícilmente, pongo en pie, así como folios y una pequeña pluma verde de anillos dorados que, cada semana, llena mis dedos con su pegajosa sangre azul. Ésta, en una escritura con personalidad propia, transcribirá la historia sentenciándola con una firma y una fecha.

                                                                                                                                                        6/5/2012

¡Ay, Dios!

- ¡No me veo! ¡No me veo! -grito sin parar de moverme.

No sé dónde estoy, bruma, espejos, muchos espejos, naturaleza, huele a quemado, no oigo pájaros, me giro hacia los espejos, pero no me veo, ¡no me veo!

¡¡RIIIING!!

De un salto me siento en la cama. "Era sólo un sueño", pienso sonriendo, pero qué dolor de cabeza. Me llevo la mano a la sien. ¡Ay, me he dado en un ojo! Me llevo la mano a la otra. La historia se repite, ¿cómo se puede ser tan torpe? Me llevo la mano al pecho casi por inercia. La retiro como un resorte: soy peluda. El corazón empieza a latirme con fuerza. Me levanto con los ojos semicerrados, un poco doloridos por haberme metido en ellos los dedos. No encuentro las zapatillas. Da igual. Rodeando la cama, guiándome por el tacto de su borde, me pongo frente al espejo e intento abrir los ojos. Ay, los ojos...  ¡pero si tengo más ojos que cara! No doy crédito a lo que veo. Los cierro y los abro. Una y otra vez. Debo estar soñando de nuevo, pero no, no hay sueño alguno. Es una cruel y aterradora realidad. Soy un insecto, o varios a la vez. Lo único que no ha cambiado es mi estatura. Tengo la cabeza de una mantis religiosa, cuerpo de tarántula, patas de saltamontes y alas de polilla. Alas que he podido ver, porque mi cabeza ha girado 180 grados. ¡Ay, Dios!

De pronto, me asalta una terrible duda: La mantis se come a su pareja y mi marido está al llegar... ¡Ay, Dios! Y vendrá cansado de su turno de noche. Dicen que los insectos, si fueran personas serían super hombres, por la fuerza que tienen... ¡Ay, Dios!

De repente, escucho la puerta de la calle. Ha llegado. ¿Qué hago? ¿Me escondo? ¿Huyo por la ventana? Pero, ¿dónde voy a ir?

La puerta del dormitorio se abre. Pat se queda parado. Parece que va a hablar, pero vuelve a cerrar la boca. Sus ojos están muy abiertos. Su cara palidece. Da un paso atrás.

- ¡Soy yo! Cariño, soy yo -acierto a decir sin querer moverme mucho para no asustarlo- No sé qué ha pasado. He amanecido así. Y mira -digo girándome- tengo alas de polilla, ni siquiera de u na mariposa bonita...

- Lo sabía -dice mi marido con una sonrisa de medio lado, mientras se apoya en el quicio de la puerta y cruza los pies.

- ¿El qué? -pregunto sorprendida.

- Que, en el fondo, eres un bicho.

                                                                                                                                                  29/4/2012

EL VIENTO

En la soledad del aula escribía sobre la pizarra, preparando el comienzo de la clase. Los niños entrarían de un momento a otro y quería tenerlo todo listo para entonces.

En uno de los trazos vi caer el yeso de la tiza al suelo, llevándome al recuerdo de aquella tarde en la que preparaba la tarta de queso que me servía de evasión ante el recuerdo de haber visto a Ernesto con otra.

Mis lágrimas caían sobre la harina sin poder apartar la imagen de mi mente, cuando el teléfono sonó. No atinaba a enjuagarme las manos, secarlas. La llamada se me hacía insistente. Corrí molesta a cogerlo aún con el trapo entre mis manos. Lo tiré a un lado y descolgué.

- ¡Dígame! -casi grité.

- Soy Ernesto. Perdóname, no fue nada. Sólo te quiero a ti.

Me quedé paralizada al escuchar su voz. ¿Es que no sabía que no había vuelta atrás?

De pronto, la puerta del aula se abrió de un portazo, los niños entraron gritando y, con ellos, el viento que apartó de mi mente aquellos malos recuerdos de igual manera que arrastró el polvo de tiza hacia algún lugar.

                                                                                                                                                   9/4/2012

miércoles, 6 de junio de 2012

HOUSTON, HOUSTON, TENEMOS UN POEMA...

Estimado alumnado,

El próximo lunes tendremos nuestra última sesión del Curso, podremos depedirnos entre letras - llevamos como tarea nuestra reflexión sobre esta experiencia -  y si después os apetece también podemos clausurar tomándonos algo. Se me olvidó comentarlo el pasado lunes y se apresuraron a recordármelo!.

Yo también os quiero animar a subir los trabajos que tengáis por ahí aún : los personajes imaginarios bien etiquetados, etc...

Por otra parte, quería dejaros un par de canciones de aquella célebre actuación de Paco Ibañez en el Teatro Olympia, en París, en 1969. Son los poemas "La Poesía es un arma cargada de futuro" de Gabriel Celaya y "Palabras para Julia" de José Agustín Goytisolo. Ambos poemas estaban entre los que repartí en clase en la última sesión y ya que algunos no los conociáis creo que es una buena idea escucharlos en la voz de Paco Ibáñez. A disfrutar!

Teresa.






martes, 5 de junio de 2012

Haikus

                                       Haikus

                          Daniel A. Sánchez-Rodas Navarro


Nada perturba
la Tierra y el Cielo,
florece el Tiempo.

Brilla la luna
Sobre el río de plata,
todo es silencio.

El árbol quieto
de repente  se agita,
¿dónde fue el viento?

La tarde se fue,
las flores ya descansan.
Paz y silencio.

¿Eres tu Buda?
El maestro se ríe,
las flores también.

¿Cómo es la rosa?
Roja-medita el monje-,
pero no lo sé.

Son nubes blancas,
en mi vida y el cielo.
Nada más quiero.

El mundo cabe
en la mano vacía,
ya lo comprendo.

El sol me llama,
por los campos avanzo,
                                  ¿qué es el camino?

lunes, 4 de junio de 2012


Hiperbreve Hiperreal, como la vida misma. Hola Teresa. A mi marido se le llevó el coche la grúa. Debo ir a rescatarlo. Quizá no llegue a la clase. (147)

sábado, 2 de junio de 2012

Cuento: El aprendiz de mago

El aprendiz de mago.

Daniel A. Sánchez-Rodas Navarro

Hace mucho tiempo, cuando el mundo era todavía joven, antes de inventarse la televisión, los niños  jugaban a ser príncipes y caballeros que luchaban contra dragones y rescataban princesas. Pero había un niño que vivía en una pequeña aldea que no quería ser caballero.  A Juan, que así se llamaba el niño, lo que le gustaría era convertirse en mago, y conocer todos los hechizos y encantamientos.  Pero Juan no sabía como lograrlo.
Una noche, en mitad del sueño, se despertó, cuando una luz brillante se hizo en el dormitorio, donde dormía con sus otros seis hermanos. Nadie más se despertó, solo él. Vio allí, flotando en el aire,  a un hada, rodeada de una aureola brillante.
- Juan, escúchame, porque tengo una misión para ti, y si la cumples podrás cumplir tu deseo.
- ¿Yo, por qué he tenido la suerte de ser elegido?
- Porque eres el más pequeño de siete hermanos varones, y todo el mundo sabe, que ese es el mejor requisito para convertirse en un gran mago.
- Dime, ¿cuál es mi misión?
- Quiero que vayas al castillo del Rey Oscuro, que está rodeado por una muralla, protegida por un gigante. Si logras pasar, algo que nadie ha conseguido en mucho tiempo, tendrás que bajar hasta las mazmorras, celosamente guardadas por el carcelero ciego. Si te atrapa, nunca más saldrás de allí. En una de las celdas se guardan dos objetos; uno es la varita mágica hecha de cuerno de unicornio, y el otro es el libro de hechizos del Rey Oscuro, uno de los grandes magos del mundo. La varita me la darás a mí, y me convertiré en la más poderosa de las hadas. El libro de hechizos será tuyo. Gracias a él te convertirás en el mago más grande de todos los tiempos.
- Pero lo que me pides es una locura. Todo el mundo sabe que es casi imposible entrar en el castillo, y nunca nadie consiguió salir con vida.
- Es verdad, pero yo te ayudaré, si me prometes traerme la varita mágica- le dijo el hada, y le dio a Juan tres objetos mágicos; una flauta, una piedra y  un espejito.
- ¿Para que sirven exactamente?
- Seguro que lo descubrirás en su momento. Para ser un mago hay que ser inteligente y astuto, no basta con saber encantamientos. Ponte ahora en marcha, si caminas toda la noche, llegarás al amanecer al castillo.
Y un momento después, el hada, simplemente desapareció.
A oscuras, Juan se vistió y se metió los tres objetos mágicos en un bolsillo del pantalón. Cogió también su mochila, metió dentro algo de comer y beber, y en silencio, mientras todos dormían, salió de su casa.
No era posible perderse, porque todo el mundo sabía donde se encontraba el castillo del Rey Oscuro, en lo alto de una montaña, en lo más profundo del bosque.
Juan caminó hora tras hora, iluminado por la luna llena. Aquello le dio ánimos, porque la luna llena es siempre gran amiga de los magos, y él quería serlo. Cuando amanecía, llegó al bosque y un rato después llegó a la puerta de la  muralla que rodeaba el castillo.
Con cuidado empujó la puerta, y se sorprendió de que estuviera abierta, pero la realidad es que todo el mundo tenía tanto miedo del Rey Oscuro, que no hacía falta cerrar las puertas.
Entró con sigilo, procurando no hacer nada de ruido y comenzó a caminar de puntillas, pero apenas había caminado un poco, cuando apareció el gigante,  que en solo dos pasos se puso junto a Juan. Era grande como un elefante, y tenía una cara de gran cansancio, con grandes ojeras, como si no hubiese dormido en muchísimo tiempo. El Rey Oscuro, que era un mago poderoso, lo tenía hechizado, y no podía dormir nunca, por lo que siempre estaba cansado y aburrido.
 - ¡Un intruso, jajaja!- dijo entre bostezo y bostezo, satisfecho de haberlo pillado- Te llevaré ante el Rey Oscuro, para que te encierre en las mazmorras para siempre.
 Aterrado, Juan no sabía que hacer, así que metió la mano en el bolsillo y sacó lo primero que encontró, la flauta, y comenzó  a hablar con rapidez.
- Gigante, tienes razón, pagaré cara mi insolencia por atreverme a entrar. Tengo que reconocer que has hecho bien tu trabajo capturándome. Déjame que te premie antes de que me entregues. Seguro que hace mucho que nadie te toca una canción. Así que te tocaré una.
El gigante, que no era muy listo, como era común a todos los gigantes, le escuchó confuso, y asintió con la cabeza.
Rápidamente Juan empezó tocar la flauta, primero una melodía alegre y divertida. El gigante saltaba contento al son de la música. Al rato, Juan empezó a tocar una canción lenta y hermosa, y el gigante se sentó para escucharla mejor. La música era cada vez más melosa y suave, como una canción de cuna, y el gigante empezó a bostezar con más fuerza. Sus ojos empezaron a cerrarse, y antes de darse cuenta, se calló de espaldas y se quedó dormido, con una cara de felicidad que hacía mucho tiempo que no tenía.
Juan rodeó al gigante, que roncaba muy fuerte, y fue hasta la puerta del castillo, que también estaba abierta. No se veía nadie, y rápidamente encontró unas escaleras que se adentraban en las profundidades. Esa tenía que ser la entrada a las mazmorras, sumidas en la más profunda oscuridad.
Bajó con miedo, porque no veía nada y el carcelero ciego estaba allí dentro. No había ni antorchas ni ningún otro tipo de luz, así que caminó tanteando las paredes, avanzado por pasillos y más pasillos, torciendo a la izquierda y la derecha. Se dio cuenta que las mazmorras eran como un laberinto donde era fácil perderse y no encontrar nunca la salida.
Llevaba un rato muy largo caminando a oscuras, sin saber que iba a hacer exactamente, cuando escuchó un ruido a su espalda, y antes de poder hacer nada, dos manos lo agarraron fuertemente.
- Vaya, vaya lo que tenemos aquí- dijo la voz del carcelero-, un intruso que ha sido capaz de llegar hasta las mazmorras. Pues no te preocupes, que nunca más saldrás de aquí.
Y antes de que pudiera hacer nada, el carcelero cogió a Juan, lo metió en una celda y cerró la puerta de barrotes con una llave. Luego se alejó y Juan se quedó solo, sin saber que hacer.  Entonces se acordó que tenía más objetos en el bolsillo, así que metió la mano, y saco la piedra.
- ¿Para que servirá esto?- se pregunto, mientras se la pasa de una mano a otra. Comenzó a frotarla, y para su sorpresa, la piedra comenzó a brillar con una luz blanca. Ahora podía ver que estaba en una celda con muchos barrotes, y que enfrente había otra celda con la puerta abierta. El corazón se le aceleró, porque allí, en la otra celda,  se veían encima de una mesa forrada de terciopelo rojo, los dos objetos que buscaba; una varita blanca y un libro grande y pesado. ¿Pero como iba a salir de su celda y cogerlos?
Empezó a gritar, llamando al carcelero, haciendo todo el ruido que podía, confiando en que cuando lo tuviera delante se le ocurriría algo. Al rato, vino este, huraño y molesto. Gracias a la luz de su piedra,  Juan podía ver que los ojos del carcelero eran de color blanco entero, sin pupilas.
- ¡Calla de una vez!- dijo enfadado el carcelero-, o ahora mismo te llevo ante el Rey Oscuro, para que haga contigo un hechizo como hizo conmigo, ya que hace años que me quitó la vista.
- Debe ser duro vivir ciego- le dijo Juan- ¿Hay alguna forma de romper tu hechizo?
El carcelero puso cara de pena.
 - Sí que es duro vivir ciego, siempre aquí abajo, hasta el punto que me conozco las mazmorras de memoria, sin necesidad de ver. Pero añoro ver la luz del sol, ver a mi familia que hace años tuve que dejar. ¿Sabes porqué me hechizó el Rey Oscuro? Porque quise ser  mago cuando era joven y robar su libro de encantamientos. Y ahora que tengo el libro tan cerca, no lo puede leer, ese es mi castigo cruel. Pero ya que me preguntas, te diré que sí hay una manera de romper el hechizo, y es mirándome es un espejo. Por eso el Rey Oscuro no permite que haya ninguno en el castillo. Ya no deseo ser mago, solo quiero salir de aquí y volver con mi familia. Pero aunque quisiera irme, el gigante que nunca duerme me atraparía y me mataría. De todas maneras, creo que pronto moriré, porque ahora que te he atrapado, el Rey Oscuro se hechizará a ti, y tú serás el nuevo carcelero.
Juan empezó a pensar con rapidez todo lo que decía, buscando una solución.
- ¿Y si te dijera que yo puedo sacarte de aquí y devolverte la vista?
El carcelero negó con la cabeza.
- Eso es imposible.
-Haz una cosa entonces para creerme. Ve hasta la muralla y comprueba que el gigante duerme, porque yo lo hice dormir.
El carcelero dudó un momento, pero como no tenía nada que perder se fue. Al poco volvió, jadeando y nervioso.
- Debes ser un mago poderoso para hacer dormir al gigante. Me podría escapar ahora mismo y dejarte aquí, pero ciego no sabría volver hasta mi casa, porque me perdería en el bosque.
- Entonces te haré una oferta- le animó Juan-, si me dejas salir de la celda, yo te devolveré la vista. A cambio dejarás que me lleve la varita y el libro.
El carcelero se quedó pensativo, sopesando el miedo que sentía hacía el Rey Oscuro y la promesa de recuperar su vida anterior. La esperanza siempre es más fuerte que el temor, así que asintió.
- De acuerdo, me fiaré de ti- y mientras hablaba, le quitó el candado a la celda. En cuanto Juan se vio libre, fue a la celda de enfrente, y con rapidez cogió la varita y el libro y los metió en su mochila. Después metió la mano en el bolsillo, y sacó el tercer objeto que le había dado el hada.
- Eres un buen hombre- le dijo Juan-, y yo cumpliré mi promesa. Toma- y mientras hablaba le dio el espejo al carcelero. El hombre, con la mano temblorosa, se le acercó a la cara, como si se mirara, y al momento sus ojos se volvieron normales. El carcelero lloró de felicidad, al ver su rostro reflejado en el espejo después de tantos años de oscuridad.
- Vámonos rápido- dijo Juan-, antes de que el Rey Oscuro se de cuenta de lo que pasa.
Los dos corrieron y salieron del castillo, y pasaron por delante del gigante que seguía durmiendo feliz. Pero cuando llegaron a la puerta, un hombre viejo, de aspecto siniestro y con una corona les esperaba junto a la puerta de la muralla.
- ¡Alto, vosotros no vais a ninguna parte!- el Rey Oscuro le cortaba el paso- y vais a pagar muy caro vuestra osadía.
El Rey Oscuro movió las manos y lanzó un hechizo contra el gigante, que al momento se despertó y se puso de pié, molesto de interrumpir su dulce sueño.
- Ya te ajustaré a ti luego las cuentas- le dijo el rey-, pero ahora mata a estos dos que querían escapar y robarme.
El gigante se rascó la cabeza sin saber que hacer, pero acostumbrado a obedecer, al final cogió al carcelero y a Juan, cada uno en una de sus manos enormes.
- No nos mates, gigante- le gritó Juan-, y podrás dormir y descansar todo lo que quieras, para siempre.
El gigante se quedó otra vez pensando, algo a lo que no estaba muy acostumbrado, pero un momento después, levantó su pié y aplastó al Rey Oscuro como si fuera una cucaracha. Después dejó a Juan y al carcelero en el suelo.
Se produjo entonces una pequeña llamarada de luz y apareció el hada.
- Toma, aquí tienes lo que te prometí- y Juan le dio la varita blanca de unicornio.
- Lo has hecho muy bien Juan, y desde este momento ya eres un mago por derecho propio. Pero has de saber que el poder sin sabiduría no es nada, como le pasó al Rey Oscuro-  mientras hablaba le tocó en la frente con la varita-. Yo te concedo la sabiduría para que con el libro de encantamientos de conviertas en el nuevo Rey del castillo. Procura hacerlo bien, para no acabar como el rey anterior.
Así lo hizo el  nuevo Rey Juan, que fue siempre un mago justo y poderoso, ayudado por el antiguo carcelero, que se convirtió en su aprendiz, y el gigante que a partir de entonces se dedicó a recuperar todo el sueño que tenía atrasado.
Y colorín colorado, este cuento se a acabado.