viernes, 15 de junio de 2012

AQUILA

                                                                           I
               Cuenta la leyenda que una orgullosa princesa águila, que siempre rechazaba con desdén a sus pretendientes, un día se enamoró. Pero decidió jugar también con el amor de su enamorado, y le puso una condición para aceptarlo: que le regalara una estrella.

                                                                           II
               Se levantó una tormenta de arena. La tierra se alzaba contra el cielo en un intento de escalada, apoyada por el viento traidor. Núnibe, el joven águila, que por un momento pensó "no me alcanzará", sintió el miedo recorrer su cuerpo, frágil ante el azote del temporal.

              Pensó en su padre. "Te lo dije", diría. No debía haberse adentrado en el desierto. No debía haberse separado de su grupo. Llevaba seis días perdido y cansado, soportando impasible los fuertes cambios de temperatura. Y aún no se había topado con un oasis. Se alimentaba de reptiles e insectos. Y creía estar dando vueltas sobre sí mismo. Sobre su propia vida.

              Indomable, Núnibe, luchó contra la tormenta. No había refugio posible. Por un momento imaginó que moriría enterrado, que nadie lo encontraría, que todo su esfuerzo no habría servido, que Másine no sabría que la amaba. Núnibe le había prometido una estrella, que lo hiciera digno de una princesa. Y voló y voló siguiendo las indicaciones de los sabios: "Siete lunas sobre el desierto te llevarán ante el escorpión azul, él te entregará un ramillete de estrellas, símbolo de tu amor".

              Llevado por mantos de arenas fue observando la llegada de la nueva luna. En ella, logró distinguir por vez primera una mancha azul con forma de escorpión radiante. Intentaba zafarse de las garras del viento que lo arrastraba, cuando escuchó un susurro penetrante que le decía: "Osado Núnibe, que has traspasado las fronteras del desierto y no has sucumbido, llevado por el amor a una princesa. Te entregaré a ella como ella quiso: un ramillete de estrellas".

                                                                           III
              Y cuenta la leyenda que desde aquel día surgió una esplendorosa e inalcanzable constelación en los cielos, llamada Aquila, al occidente del Pegaso y al sur del Cisne, símbolo del amor entre Núnibe y Másine, y como señal para aquel que ose jugar con un amor verdadero.

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