jueves, 14 de junio de 2012

RECETA PARA UN PERRO MUDO

             Aquel perro triste vagaba escuálido por las calles. Siempre temeroso. Se acercaba lentamente a las mesas de la terraza del bar, a medida que iban quedando vacías. El olor a choco frito, a carne a la plancha, la humareda, lo atraía. A mí ya no me tenía miedo. Cuando el dueño se metía en la cocina, yo le ponía algo en el suelo, las sobras. A veces, cuando estábamos cerrando, lo sentía antes de verlo. Su presencia silenciosa, humilde y complaciente, su espera, con su olor a perro triste, abandonado y noble. Ma cayó bien. Me acompañaba. A veces me seguía hasta casa y yo le decía que no podía entrar. Me acariciaba las piernas con el morro, con su pelo duro de perro callejero, y sentía la humedad de su lánguido beso, donde adivinaba una sonrisa de agradecimiento.

            Pero no ladraba, no se le oía. Yo le imaginaba un vozarrón ronco de perro viejo, de abuelo. Pero no ladraba. Quizás tuviera miedo. Demasiadas voces y ruidos, mentiras, heridas y duelos. Y yo le imaginaba una voz ronca, de abuelo. Un abuelo silenciado, abandonado, recluido y viejo. Un abuelo muerto. Aquel perro tenía miedo.

            Durante unas semanas pensé en él y lo llevé al veterinario. "El perro está sano, será muy perro". Decidí llevarlo a casa, lavarlo, pelarlo, quererlo, que fuera mi perro. Y me acompañó su silencio.

            Pasaron días. Me preguntaron por mi nuevo chucho; les dije que no era un chucho, que era mi perro. Me preguntaron cómo se llamaba. No lo sabía, no lo había pensado.

            En casa hablé con él. Lo llamé "Terco", por no hablar, por seguirme, conseguirme, acompañarme... Lo llamé "Terco". Y entre sus duros colmillos me acarició un suspiro, gemido, ladrido o simple sonido como de una voz ronca, vieja, de abuelo.

2 comentarios:

  1. No sé por qué, pero me recuerda a Tessie, que no era muda, sino lo siguiente... Nunca te miraba a la cara, ni si quiera a las rodillas, sólo miraba al suelo y temblaba hasta caer rendida ante el sueño. La cosa cambió paso a paso, más rápidamente de lo esperado, jajaja. Ahora es lo más ruidoso de la casa, es molesta como una pulga y malcriada como una reina. Pero, a pesar de que la llamen de miles de formas, es lo más loco, tierno, noble y cariñoso del mundo, es mi perro.

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    1. Marina, no sabía que habías comentado el relato. Tú sabes mucho más de perros que yo. Me alegro de que de alguna forma te haya gustado.

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