jueves, 7 de junio de 2012

¡Ay, Dios!

- ¡No me veo! ¡No me veo! -grito sin parar de moverme.

No sé dónde estoy, bruma, espejos, muchos espejos, naturaleza, huele a quemado, no oigo pájaros, me giro hacia los espejos, pero no me veo, ¡no me veo!

¡¡RIIIING!!

De un salto me siento en la cama. "Era sólo un sueño", pienso sonriendo, pero qué dolor de cabeza. Me llevo la mano a la sien. ¡Ay, me he dado en un ojo! Me llevo la mano a la otra. La historia se repite, ¿cómo se puede ser tan torpe? Me llevo la mano al pecho casi por inercia. La retiro como un resorte: soy peluda. El corazón empieza a latirme con fuerza. Me levanto con los ojos semicerrados, un poco doloridos por haberme metido en ellos los dedos. No encuentro las zapatillas. Da igual. Rodeando la cama, guiándome por el tacto de su borde, me pongo frente al espejo e intento abrir los ojos. Ay, los ojos...  ¡pero si tengo más ojos que cara! No doy crédito a lo que veo. Los cierro y los abro. Una y otra vez. Debo estar soñando de nuevo, pero no, no hay sueño alguno. Es una cruel y aterradora realidad. Soy un insecto, o varios a la vez. Lo único que no ha cambiado es mi estatura. Tengo la cabeza de una mantis religiosa, cuerpo de tarántula, patas de saltamontes y alas de polilla. Alas que he podido ver, porque mi cabeza ha girado 180 grados. ¡Ay, Dios!

De pronto, me asalta una terrible duda: La mantis se come a su pareja y mi marido está al llegar... ¡Ay, Dios! Y vendrá cansado de su turno de noche. Dicen que los insectos, si fueran personas serían super hombres, por la fuerza que tienen... ¡Ay, Dios!

De repente, escucho la puerta de la calle. Ha llegado. ¿Qué hago? ¿Me escondo? ¿Huyo por la ventana? Pero, ¿dónde voy a ir?

La puerta del dormitorio se abre. Pat se queda parado. Parece que va a hablar, pero vuelve a cerrar la boca. Sus ojos están muy abiertos. Su cara palidece. Da un paso atrás.

- ¡Soy yo! Cariño, soy yo -acierto a decir sin querer moverme mucho para no asustarlo- No sé qué ha pasado. He amanecido así. Y mira -digo girándome- tengo alas de polilla, ni siquiera de u na mariposa bonita...

- Lo sabía -dice mi marido con una sonrisa de medio lado, mientras se apoya en el quicio de la puerta y cruza los pies.

- ¿El qué? -pregunto sorprendida.

- Que, en el fondo, eres un bicho.

                                                                                                                                                  29/4/2012

3 comentarios:

  1. Era lo mejor, tomarse lo de la metamorforsis por el lado divertido. Te quedó muy gracioso, y lo mejor es la frase final....

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  2. Gracias a ambos dos por vuestra opinión. Frases como esas animan a seguir escribiendo.

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