lunes, 28 de mayo de 2012


CUADROS DE HOPPER.


Dejó su habítación cuando el sol entraba por una ventana. La soledad poesía sus habitaciones, el mar rielaba al fondo y el viento corría suave. Los muebles rojos le daban a aquel comedor un cierto aire de night club, esos locales tenían algo que le atraían demasiado.  Había salido con prisa de su casa tenía una cita con una amiga. La luz se posaba en su masa reflectando en sus rostros un pálido reflejo que las distinguía. Había llegado tarde, encontrar ese bar era casi imposible. Las calles son lugares difíciles para  ir con prisa, no había leído el cartel: Chop suey, lo encontró. Diez minutos después de que su amiga llegará a la mesa. Se sentó, puso su bolso debajo de la silla y pidió un café.

Por favor, con leche y en taza- le dijo al camarero.

Su rostro hablaba de una tranquilidad apaciguada y fingida. La noche anterior había sido muy dura, aunque ella no quisiera contar ni uno de los detalles. Al menos no, delante de su amiga. Esta la juzgaría con una severidad extrema, no le perdonaría ni uno de los detalles, ni tan siquiera le permitiría explicar qué sucedió. Por tanto, evitó hablar, aunque su deseo fuera el contrario. Sin saberlo y sin desearlo su amante furtivo estaba detrás: traje negro,  corbata, sombrero,  rostro sereno pero cansado. Estaba leyendo el períodico, las noticias nunca son las que se esperan, siempre se cuentan los hechos exagerados para vender un mayor número de ejemplares. Ninguna narración debe ser atendida como si fuera verdad, mas bien debe ser atendida como tal, es decir, el contar alumbra la penumbra de la soledad e ilumina el alma oscura y cerrada en si misma. Este hombre se encontraba oscuro en una esquina del bar, todo había sido una casualidad, un instante que se cruza y que aparece sin avisar.  Ella jamas le contaría a su amiga lo que sucedió, pese a todo ella repetía en cada sorbo de café su furtiva noche. Todo comenzó cuando decidió salir a tomar un té a uno de esos locales nocturnos a los que sólo van gente de mal vivir. Un par de minutos después de que ella llegará, un hombre entró por la puerta del bar. Su figura le llamó la atención, era alto, traje negro, cara interesante, ojos profundos, dudosos, libro y cuaderno en mano. El se supo observado, no tuvo ninguna duda: se acercó a ella y se sentó en la mesa. Poco tiempo después ambos se levantaron de la mesa cambiaron de bar, la noche se eternizó, las palabras fueron redes interminables.



Poco antes de que sonará el despertador, el se fue de su habitación. Ella sintió una terrible culpabilidad, se dejó caer sobre la almohada para no pensar, se dejo dormir y cuando se despertó iba de camino a su cita. El desayuno seguía, aun no había terminado su café. En definitiva, no sabemos si lo soñó o si de verdad sucedió....ella lo saboreó como si hubiera sido verdad.

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