En un viejo hotel destartalado de
paredes rojas y doradas al sol, una habitación, de apenas unas pocas
monedas y algún billete pequeño, se destaca por tener subida la
persiana.
En ella una mujer en camisón contempla el vacío de la
ciudad en verano.
Recordaba como eran los viejos
tiempos, cuando se reunía con sus amigos. Los días calurosos cuando
tomaban juntos el sol y Miguel leía su libro ajenos a todos mientras
los demás y ella misma contemplaban mares de oro de cebada con un
fondo de roca viva madre arrascando los cielos.
Ahora en la ciudad, sola, sentada en su
cama, nada brillaba salvo sus recuerdos.
La barra de un bar, donde antes tomase
sus copas nocturnas y calurosas junto a Miguel...
...(suspiro)
...eran ahora solitarias
veladas de café mojado de recuerdos en una noche insomne.
Quedó con María, una de las últimas
del grupo que se marchaba en pos de una vida en el nuevo mundo, donde
quizás campos dorados y montañas de oro les esperasen si se
atrevían a tomarlos entre sus manos.
María también se marcho a principios
de otoño, estaba embarazada de Miguel. Eva se sentía dolida y
traicionada, ellos se tenían el uno al otro, con un futuro y un bebé
en camino, ella había rechazado a Miguel hacía ya unos meses y fue
María de quien se enamoró y le consoló.
Qué tenía ella salvo sueños de
juventud, sus álbumes y un trabajo de camarera en Phillies, el bar
nocturno que tanto visitaron. Se sobrepuso como pudo disimuló una
sonrisa y le deseo lo mejor, a su amiga y a Miguel, ambas se
despidieron entre lágrimas en la puerta del bar.
Esa tarde un años después Eva miraba
su álbum de fotos, todos eran jóvenes, los tenía en todos sus
viajes, con sus bromas y caras locas. Habían sido sus mejores
momentos, puso algo de música de Billie Holliday, su favorita, había
comprado el disco para una ocasión así, abrió la ventana y el
calor en la habitación disminuyó un poco, cogió el vodka y tomó
unas cuantas copas más a salud de todos ellos y sus tiempos dorados.
De fondo sonaban los compases de
Gloomy Sunday de la Holliday:
Lúgubre domingo, horas de insonmio. Mis queridísimas sombras, Vivo con ellas, incontables, Pequeñas flores blancas, nunca te despertarán. No donde los vagones negros y la pena, te haya atrapado. Los ángeles, no pretenden salvarte. No se enfadarían, si pienso en unirme a ti. Lúgubre domingo, el domingo es lúgubre. Con sombras es cómo paso el día, Mi corazón y yo hemos decidido acabar con todo esto. Pronto habrá velas y oraciones que sean recitadas, lo sé. Pero déjales que no lloren. Déjales saber que estoy orgullosa de irme La muerte no es soñar. En la muerte te estoy acariciando con el último respiro de mi alma. Estaré bendiciéndote con el último respiro de mi corazón. Lúgubre domingo. Soñando, soñando, que sólo estaba soñando Me desperté y estabas dormido. En lo más profundo de mi corazón, aquí. Querido, espero, que mi sueño nunca te persiga. Mi corazón te está diciendo Cuanto te quiero Lúgubre domingo.
El disco repetía una y otra vez la canción. El agente Marquez,
levantó la pinza del disco y lo silenció.
Miró el escenario, agitó la cabeza y vio en el suelo un álbum abierto mostraba a un grupo de chicos tomando el sol en un campo de oro.
Miró el escenario, agitó la cabeza y vio en el suelo un álbum abierto mostraba a un grupo de chicos tomando el sol en un campo de oro.
En el hospital, Eva toda escayolada iba
recibiendo a las visitas, de su familia, compañeros de trabajo y
algunos vecinos.
No puedo por mas que alegrarse de que
llegasen todos, algunos con un niño en los brazos y sonrisas por ver
a su amiga.
-Era una suerte que el Phillies tuviese
el toldo esa noche-dijo María-te presento a mi pequeña, se llama
como tú, asique no vuelvas a hacer más la tonta y ven con nosotros.
Juntamos esto para ti, nos sobra el espacio y alli todos tienen una oportunidad, Eva.
María sorprendida y con lagrimas en los ojos, los veia algo mayores, con sus flamantes trajes y su mirada de preocupación por ella. Un nudo en la garganta le callaba los labios.
Mientras Carlos el chistoso del grupo, quien siempre tenia una sonrisa para todos o una mueca, ahora era un señor banquero pelirojo con entradas, casado con la dulce Julia, la cantante del karaoke y fiestera rubia quien sacara a todos a bailar antes.
Eran ellos y ya no lo eran, tan serios y en su sitio pero en sus ojos, eran los mismos y ahora Julia y Carlos apretaban suavemente las manos de Maria como lo hicieran años atrás antes de saltar juntos del muelle al agua en verano.
Mientras Carlos el chistoso del grupo, quien siempre tenia una sonrisa para todos o una mueca, ahora era un señor banquero pelirojo con entradas, casado con la dulce Julia, la cantante del karaoke y fiestera rubia quien sacara a todos a bailar antes.
Eran ellos y ya no lo eran, tan serios y en su sitio pero en sus ojos, eran los mismos y ahora Julia y Carlos apretaban suavemente las manos de Maria como lo hicieran años atrás antes de saltar juntos del muelle al agua en verano.
Miguel algo nervioso pero feliz le dio
un pasaje de barco a Eva, era de primera clase, para California. Su
suerte había cambiado, por fin volverían a estar todos juntos de
nuevo como en sus álbumes repletos de recuerdos.
Excelente forma de pasearnos por unas imágenes evocadoramente cinematográficas y con la sugerente guinda musical.
ResponderEliminarSólo comentarte que me queda descolgada la aparición de Carlos y Julia, una simple pincelada dibujaría su presencia en escena.
¡Ay los chicos de la foto, jajaja he pecado de sobriedad para no eternizar el relato y me quedó cojo!.
ResponderEliminarPuse un par de pinceladas condensadas, quizas ahora más humanos pero ya sin el misterio que les daba el anonimato de la foto y sus nombres.
Gracias por la sugerencia, Pilar. Pero leyendo los de Daniel y Narciso, creo que aún me queda mucho por pulir.
Un saludo.